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Sigue siendo nuestra fiesta: La Vida Bohème y la Sinfónica Ayacucho en Caracas

por Gaby Domínguez

El pasado sábado 4 de noviembre, La Vida Bohème presentó «La Sombra del Amanecer», un show en formato sinfónico con más de 60 músicos en el escenario, junto con la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, dirigida por Elisa Vegas

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Foto: Jenifer Cusumano @lacusugrafia

Yo aún recuerdo dónde estaba en 2019, cuando me enteré que La Vida Bohème iba a regresar a Venezuela para la primera edición del CUSICA FEST: tercer año de Comunicación Social en la universidad, clase de Teoría y Práctica de Televisión. En aquel momento, no tenía trabajo, y el último concierto al que había ido fue de Belinda en el año 2005. Yendo al grano: no fui al CUSICA FEST 2019, no pude ver a La Vida Bohème (ni al resto de las bandas) ese año, y cargué eso en mi consciencia por casi tres años.

Desde ese momento hasta ahora, han cambiado muchas cosas, y al día de hoy puedo decir que ya he logrado ver a La Vida Bohème cuatro veces: en el Sunset Roll, en su gira «Último Round», en el CUSICA FEST 2022 y en su concierto con la Sinfónica Ayacucho. También puedo decir que se han superado a sí mismos, siempre.

Las puertas de la Concha Acústica de Bello Monte abrieron antes de las 4 p.m., ya había una cola kilométrica de fanáticos que salieron corriendo para sentarse lo más cerca del escenario posible y lograr encontrar merch (que se agotó por completo). Las expectativas eran altas, me conseguí con varias personas que no esperaban algo menos que espectacular.

“Antes de todo este tiempo, nosotros en verdad hemos contemplado disolver totalmente La Vida Bohème, y luego de que «CARIBE CARIBE» surgiera, hubo una canción y un concepto de show que siempre teníamos en mente”, explicó Henry D’Arthenay, vocalista de la banda, para quien ha sido un proceso muy emotivo, tanto que en su primer ensayo solo con la coral, se le salieron las lágrimas.

«La Sombra del Amanecer» intentaba recrear una Caracas en época de apagones, cosa que la intro logró transmitir a la perfección: la música y las pantallas fueron cortadas abruptamente, como sucedería en un apagón, y así salió Henry, con una linterna, y recibido por los gritos de más de 3 mil personas en la Concha Acústica de Bello Monte. Debo admitir que sigo sintiendo un nudo en la garganta cada vez que pasa esto: sale el artista y el público enloquece, el primer pico de emoción de la noche, realmente incomparable.

A Henry se le fueron uniendo poco a poco el resto de los integrantes de la banda: Chevy Ayala en la batería, Monno Briceño en el bajo y sintetizadores, Armando Lovera en las percusiones e Iván Infante en la guitarra. A ellos se les unió la coral y el resto de los músicos de la orquesta, dirigida por la majestuosa Elisa Vegas.

El setlist tuvo clásicos de la banda, como «Hornos de Cal», «Lejos», «Você», «Radio Capital», «El Zar», «Flamingo», «Cementerio del Este» y «La Vida Mejor», pero también añadieron temas que nunca habían tocado en vivo o que no suelen agregar a sus setlists, como «Carrusel/Suzie Kamikaze», «Viernes Negro», «Helena», «El Milagro del Sur», «Aleros/Pompeii» y muchos más. Varias de esas canciones tienen una gran carga emocional para mí, son las canciones que me llevan a mi adolescencia, son las canciones que escucho con mi mamá en el carro, donde mi disco de «Será» está en un loop eterno desde que mi cable auxiliar se dañó (creo que realmente no me he molestado en comprar uno nuevo, porque no me molesta escucharlo una y otra vez).

Pero no soy la única persona para la que tienen carga emocional. En el público la gente gritaba las letras de todas las canciones, saltaban al ritmo de «Radio Capital», gritaron todos los “tú eres mi calma” de «Flamingo», sintieron cada una de las palabras de «Lejos» y «Você», e incluso replicaban las trompetas de «Cementerio del Este» con sus voces. Y como siempre pasa en los conciertos de La Vida Bohème, las lágrimas no faltaron, ni en el público ni en el escenario.

El show cerró con «La Vida Mejor/Ariadna», y una vez todos los músicos se fueron del escenario, empezó a sonar la fanfarria de Venevisión, porque si el pre-show y post-show no está acompañado de un soundtrack épico, no sería un concierto de La Vida Bohème. La única queja reiterada que escuché: la ausencia de «Nicaragua» en el setlist, y aunque la comparto, estoy segura de que tuvieron sus razones para dejarla por fuera.

Desde el día de su anuncio, la banda definió el show como algo “único y que nunca se iba a repetir”, ahora sé que eso es verdad. No creo volver a ver un espectáculo de La Vida Bohème como este, pero sé que encontrarán la forma de superarse a sí mismos y hacer algo aún más épico.

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